Por: Ramón Féliz Lebrón (Periodista y docente)
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Observamos el desfile de aspirantes que apelan a su derecho constitucional de ser elegibles o para repetir en cargos legislativos y municipales, atribución que forma parte de las conquistas democráticas, las cuales debemos preservar.
Hasta ahí, todo aceptable.
Sin embargo, un aspecto que predomina en estos períodos proselitistas es la frecuente publicación en medios de comunicación y redes sociales sobre entregas de ayudas materiales y económicas por parte de precandidatos, candidatos y actualmente en cargos electivos que orientan sus «estrategias» en atender necesidades de potenciales adeptos en sus respectivas circunscripciones.
Los vemos solamente en estas coyunturas políticas con manifestaciones de «solidaridad» que funcionan como anzuelos con el único objetivo de ser retribuidos con el voto.
El punto principal que enarbolamos en esta reflexión es que esas «preocupaciones» por los ciudadanos se conviertan en acciones sinceras y permanentes, y que no desaparezcan cuando no son escogidos o impuestos en sus organizaciones políticas, o porque sus maniobras no provocaron los sufragios a su favor.
Mientras en el otro extremo, al ganar la posición, cambian sus números telefónicos, y convierten sus comandos de campaña en lugares con accesos restringidos contra aquellos que eran importantes antes que el organismo electoral emitiera el boletín con los resultados.
Reconocemos a algunos que tienen una real vocación de servicio, y realizan labores sociales durante todo el año a través de obras espontáneas; no obstante, la sociedad dominicana debe despertar para discernir y terminar con la condición de beneficiaria temporal.
Persiste la errada convicción de que un senador, diputado, alcalde, director, regidor o vocal es bueno porque paga recetas en farmacias, regala canastillas a embarazadas, distribuye cajas navideñas o enseres del hogar, juguetes, útiles escolares y deportivos, habichuelas con dulce y otros rubros en fechas especiales, aunque no presenten ni un solo anteproyecto de ley ni ejecuten una eficiente gestión municipal que son sus principales obligaciones y responsabilidades; y peor cuando usan las obras en sus localidades como si fuesen favores productos de sus bolsillos y no del presupuesto público.
Sugerimos a quienes hacen estas acciones de caridad pocos meses antes de las elecciones a que se motiven a ser verdaderos líderes, y que adopten un estilo de vida para forjar una República Dominicana más solidaria y empática, y no para aprovecharse de las debilidades de una parte de la población.
Los aspirantes nuevos y los que buscan repetir deben enfocar sus discursos alejados de promesas vacías que la mayoría de las veces no se corresponden con las funciones de los cargos que pretender ocupar, y orienten sus planes a las expectativas y realidades de sus demarcaciones y del país.
El mundo necesita altruistas de corazón, no «altruistas» electoreros.
El Congreso Nacional y las municipalidades deben cumplir sus roles con honestidad y capacidad en beneficio de la nación.